En un pequeño valle abierto entre viñedos, olivos y campos tranquilos, se alza esta casa que parece diseñada para desconectar, respirar y vivir a otro ritmo. Está en Masarac, uno de esos pueblos donde el tiempo no tiene prisa, donde las horas transcurren suaves y la luz proyecta sombras largas. A pocos minutos de Figueres y cerca de la costa, entre la calma del interior y la brisa mediterránea.
La parcela de 1.347 m² rodea la casa con espacio, luz y privacidad. La vivienda, de 283 m² en dos plantas, conserva ese encanto rústico que no se puede fingir: muros de piedra, vigas de madera, porches abiertos y ventanas que atrapan la luz.
En la planta principal, la vida se organiza con sentido y calidez. Una cocina-comedor luminosa conecta con el exterior y la sala de estar, amplia y con chimenea como corazón. Dos dormitorios comparten un baño con bañera, y la suite con baño propio y ducha ofrece un refugio íntimo. Cocina, salón y suite se abren al porche delantero: lugar perfecto para desayunos pausados, lecturas prolongadas y veladas de verano con manteles de tela y velas.
La planta inferior es un mundo aparte. Un espacio amplio destinado a reunir, cocinar y compartir. Una cocina semi profesional, una gran mesa de madera y una estufa de leña crean un ambiente ideal para comidas dominicales, celebraciones familiares o tardes de otoño con amigos y vino del país. Además, cuenta con un garaje amplio, una zona de trastero y un espacio para la lavadora y la colada, completando la funcionalidad sin restar protagonismo.
El jardín es una invitación constante al exterior: árboles frutales, rincones sombreados y una zona de barbacoa con pérgola, pensada para las largas tardes de verano. Invita a reunirse, hacer una buena parrillada y disfrutar de la frescura mientras la luz se alarga y la conversación fluye. Y sí, hay espacio para una piscina sin perder la armonía del conjunto.
La casa está pensada para vivir todo el año, con estancias acogedoras, espacios amplios y luz natural durante todo el día.
Al fondo de la parcela, silenciosa y esperando una nueva vida, hay una antigua edificación de dos plantas en ruina: unos 300 m² de piedra cargada de historia, con un inmenso potencial para convertirse en casa de invitados, segunda residencia, taller o proyecto creativo. Es como una promesa que aún está por escribir.
Esto no es solo una casa. Es un lugar para mirar por la ventana y dejar que el tiempo pase. Un espacio que acoge, acompaña y se adapta. Una oportunidad para vivir más despacio, más sencillo y más auténtico.